Las cartas que sacó, por supuesto, eran las que él había marcado.
— Faustino, ¿podemos ganar esta ronda? — Larisa y Victoria estaban tan nerviosas que les brotaban gotitas de sudor. Faustino mantuvo la calma.
— Claro que sí, mis cartas son las mejores. — Faustino reveló sus cartas con indiferencia: una Q y un 8 de picas. Según las reglas de Tadeo, era la mejor mano posible en el juego.
— ¡E... esto... ¡es una mano de Dios! — exclamó Tadeo, casi cayéndose de la silla—. ¡Imposible que tenga tanta suerte!
Sus cartas eran un As de corazones y un 8 de diamantes. ¡Faustino lo había vencido completamente!
— Ah, tus cartas no son tan buenas como las mías, has perdido esta ronda. — Faustino sonrió, ganando diez mil como si nada—. Continuemos con la siguiente.
— ¡Guau, Faustino tiene muchísima suerte! — gritó Larisa emocionada—. ¡Aunque perdamos las dos siguientes, solo habremos perdido diez mil!
— Sí, Faustino tuvo mucha suerte — añadió Victoria, aliviada.
— Je, je, tener suerte en una ronda