Capítulo 641
—Maestro, ¡qué maravilla! No esperaba encontrármelo tan temprano. ¿Adónde se dirige?

Era Diego, el dueño del gimnasio de artes marciales que llevaba tiempo sin ver, el mismo que había estado rogando insistentemente para que Faustino lo aceptara como discípulo.

Con sus cuarenta y tantos años y la cabeza ya empezando a quedarse calva, resultaba bastante cómico que llamara "maestro" a Faustino, y más con esa expresión aduladora en su rostro.

Esto hizo que Larisa soltara una carcajada.

—¡Ja! ¿Quién es este Faustino? Me resulta muy familiar.

—Diego, un discípulo que acepté hace tiempo —explicó Faustino, algo desconcertado por las miradas extrañas que el comportamiento de Diego les estaba atrayendo.

—Sí, sí. Usted tan joven y hermoso... esta debe ser mi maestra, ¿verdad? —dijo Diego, encantado de haberse encontrado con Faustino, sin dejar de adular a Larisa.

—¿"Maestro" joven y hermoso? ¿"Maestra"? ¡Faustino, este hombre es hilarante! —Larisa se reía tanto que tuvo que aferrarse al brazo de
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