Un charco de sangre se extendió por el suelo.
Samuel miró a Pablo y Faustino con incredulidad, sus ojos llenos de odio.
Lo había apostado todo y aún así no pudo evitar este destino.
Su error fue atreverse a buscar venganza contra Faustino.
Terminó muriendo acuchillado.
La cabeza de Samuel cayó sin vida, definitivamente muerto.
Pablo, con una sonrisa servil y voz temblorosa, temiendo que Faustino no cumpliera su palabra y lo matara también:
—¿Qué le parece, señor López?
Faustino, confirmando la muerte de Samuel, había logrado su objetivo.
—Si lo hubieras sabido antes, ¿por qué llegar a esto?
—Me has hecho perder mucho tiempo.
Faustino, sin molestarse en matar a Pablo, le hizo un gesto a Diego:
—Ya está, vámonos.
Diego miró a Pablo:
—Pablo, tuviste suerte. El maestro fue benevolente. En el futuro sé más prudente, hay muchas personas en este mundo con las que no debes meterte.
Pablo asintió rápidamente:
—Sí, sí, sí, Diego, Pablo lo recordará.
—Señor López, que tenga buen viaje...
Faustino