La madrugada llegó con una sola llamada: el número era desconocido, pero la voz al otro lado, susurrada y entrecortada por nervios, era la de alguien que había decidido romper el silencio.
—Soy yo —dijo la voz, apenas un eco—. Te he ayudado moviendo tus archivos en Londres. Sé quién es El Arquitecto. Pero no puedo decírtelo por teléfono. Encuéntrame en el Zindeli Café, en la calle Küçükayasofya. A las diez en punto. Solo yo y tú, Karaman.
Nehir guardó el teléfono con el pulso tembloroso. Al verlo, Mirza se levantó de la cama:
—¿Qué pasa?
—Una fuente de Lincroft me envía esto —contestó ella, mostrando la pantalla—. Quiere reunirse en un lugar seguro. Dice que tiene la prueba final para desenmascarar a El Arquitecto.
Mirza frunció el ceño y abrazó a Nehir con discreción:
—Si es real, será un golpe definitivo. Pero también puede ser una trampa.
Ella giró el rostro para mirarlo a los ojos:
—Confío en tu instinto. Pero haré la reunión sola.
Él negó con la cabeza, sin querer soltarla:
—