Sofía miró el anillo que le ofrecía Gonzalo y las palabras no salían de su boca. Sentía un nudo en su garganta que no le permitía hablar. Un torbellino de emociones se agolpaba en su pecho, y no le dejaban respirar.
— Sofía... ¿vas a darme una respuesta? — preguntó angustiado ante la actitud de la joven, hasta que finalmente Sofía logró articular palabras.
— Gonzalo... no me esperaba esto. Es tan repentino. — decía ofuscada.
— ¿Y cuál es tu respuesta, Sofía?
Sofía levantó sus grandes ojos con una mirada desesperada y miró a Gonzalo.
— Cariño, te amo, no tengo duda de eso, pero...
— Pero, no quieres casarte conmigo... ¿Sofía, por qué te cuesta tanto aceptar? Si estás segura de lo que sientes y hemos luchado para estar juntos.
— Y podemos estar juntos, pero no hace falta que estemos casados para eso... no quiero presiones en mi vida.
— Pero yo necesito que te comprometas en esta relación.
— No hace falta estar casados para estar comprometidos. Yo te amo, Gonzalo, pero no quiero sentirme