Esa bofetada dejó a Lía aturdida.
Se cubrió la mejilla, mirando a Alejandro sin poder creerlo, murmurando:
—¿Cómo es posible? Aitana no puede tener hijos, ya no tiene valor.
El ambiente se tornó más gélido que el rostro sombrío de Alejandro.
Alejandro sonrió fríamente:
—¿El valor de mi Aitana se reduce únicamente a tener hijos?
Todos se sorprendieron.
En el pasado, Alejandro había sido quien más insistía en tener descendencia.
Lía no se dio por vencida.
Había venido en Año Nuevo, vestida ligeramente, no para obtener este resultado. Seguramente Alejandro no la creía.
Le entregó el papel a Alejandro y explicó ansiosamente:
—Esto lo encontré en el bolsillo del abrigo de Damián. Si no me creen, pregúntenle a Damián, pregúntenle si es verdad.
Damián se adelantó, arrebató el papel de las manos de Lía y lo hizo pedazos.
Con calma, dijo:
—No es verdad.
En ese momento, los sentimientos de Damián eran complejos.
No había roto el papel por las acciones, sino por Aitana. No quería que su esposa fu