Alejandro añadió:
—Dile que venga un momento.
Fernando asintió.
Salió del estudio con sentimientos extremadamente complejos. Como padre, deseaba la felicidad de su hijo, pero ahora parecía que Aitana no querría permanecer con los Uribe.
Reflexionando nuevamente, se arrepintió de la imprudencia e intolerancia de su esposa.
En el salón principal de los Uribe reinaba el silencio. Todos estaban sentados, sin ánimos para desayunar.
Fernando entró y se dirigió a Aitana con amabilidad:
—Ve al estudio, mi padre te espera.
Su esposa preguntó inmediatamente:
—¿Padre ha recapacitado? Damián no puede quedarse sin descendencia.
Fernando, con rostro sereno:
—Mi padre ha dicho que solo si Aitana no quiere a Damián; no hay razón para que Damián no quiera a Aitana.
La madre de Damián se desplomó en su silla.
Fernando volvió a pedirle amablemente a Aitana que fuera.
Cuando Aitana apenas había dado dos pasos, Damián se levantó:
—Te acompañaré.
Fernando miró a su hijo con expresión compleja:
—Mi padre no