Si él, Mateo, quisiera casarse, podría tomar a puñados en la calle, ¿para qué esforzarse tanto?
Luis bajó la cabeza y besó al pequeño Erik: —Entonces trae una esposa a casa, para que abramos los ojos.
Mateo resopló, demasiado perezoso para hacerle caso.
Pero el pequeño Erik y Cecilia terminaron su leche y corrieron juntos hacia Mateo: —Tío.
—Con mucho cariño.
Mateo se agachó y se llevó uno en cada brazo.
Luis los miró con añoranza, ¿así nada más se fueron?
La empleada que recogía donde habían dormido los niños sonrió: —Erik y Cecilia son muy apegados a su tío. Cuando estaban en Inglaterra, el joven Mateo volaba casi cada mes a verlos, ya se conocían muy bien. Cuando el señor Turizo se familiarice, los niños también se encariñarán con usted.
Luis se sintió bastante decepcionado, pero sabía que no podía quedarse más tiempo.
Por parte de Elia, obviamente estaba evitando malentendidos.
Antes de que pudiera hablar, la empleada le dio una pista: —El grupo de amigas de la señora Uribe, varias