Después de que Aitana se marchara, Damián fue a un lugar.
La azotea del edificio.
El viento nocturno agitaba violentamente los abrigos negros de los dos hombres, como halcones nocturnos cazando en la oscuridad, con una presencia igualmente imponente.
Damián encendió un cigarro blanco contra el viento, dando una profunda calada. Su rostro anguloso se tensó con el esfuerzo, acentuando sus rasgos.
Tras fumar la mitad, miró a Miguel y habló con dureza:
—Se cancela la colaboración.
—Y el caso de divorcio con Aitana también se suspende por ahora. Si surge la necesidad en el futuro, otro se encargará del caso...
Miguel preguntó:
—¿Por qué?
Damián tiró la colilla al suelo y la aplastó con su zapato de cuero. Su voz se volvió más fría:
—Miguel, ¿me preguntas por qué?
En un instante, Damián le lanzó un puñetazo a la mandíbula.
Miguel lo recibió sin esquivarlo.
Damián se irguió, con una mirada helada:
—Porque Aitana es mi esposa, ¿lo habías olvidado, Miguel?
—¿Tu esposa?
Miguel se limpió la sangr