Aitana regresó a casa.
Zarina, preocupada por ella, apenas había dormido. Al verla llegar, le preparó té caliente y se sentaron a conversar íntimamente como madre e hija.
Al hablar de Mateo, Aitana se mostraba tanto feliz como afligida.
Le dijo a Zarina: —Aunque nació del mismo embarazo que Elia, es una cabeza más bajo que ella y mucho más delgado. Claramente ha sufrido carencias y necesita que lo cuidemos bien.
Al escucharla, Zarina también se entristeció y asintió, afirmando que había que mimarlo mucho.
Tras un momento de duda, preguntó a su hija sobre su vida sentimental.
Conocía a Antonio, quien había visitado frecuentemente a Aitana en Francia. Como coleccionista de arte, compartía muchos intereses con ella.
Antes de regresar al país, Aitana había mostrado cierta vacilación.
Pero ahora con Mateo, todo era diferente. Zarina quería conocer los pensamientos de su hija.
El aroma del té flotaba en el aire.
El rostro de Aitana mostraba una expresión suave y gentil. Después de reflexiona