Finalmente, Lina no pudo contenerse y habló entre sollozos:
—Desde que naciste, nunca pude abrazarte apropiadamente, y luego... ¡perdí mi oportunidad!
—Te he fallado.
...
Lina quería abrazar a Elia, pero temía que Aitana se molestara o que la niña se sintiera incómoda con una extraña.
Elia saltó de la mesa y, con naturalidad, abrazó a Lina mientras la llamaba dulcemente: —Abuela.
En ese momento, los ojos de Lina se llenaron de lágrimas, sintiendo una mezcla de amargura y remordimiento.
Abrazó fuertemente a Elia y, después de un momento, miró a Aitana: —Has criado muy bien a la niña. Es hermosa e inteligente, realmente adorable.
Siempre reservada y poco expresiva, Lina no pudo evitar darle dos besos cariñosos.
Se quitó una pulsera de grandes diamantes y la puso en la mano de Elia, insistiendo: —Tengo un cofre lleno de tesoros. Un día de estos vendrás a elegir lo que quieras. Quiero convertir a nuestra Elia en la princesa más deslumbrante.
Damián tomó un sorbo de café negro y comentó: —E