Aitana lo acompañó a cenar.
Con los Valencia en medio de la tormenta, Miguel no mencionó nada al respecto, limitándose a charlar sobre cosas cotidianas.
Cuanto más actuaba así, más culpable se sentía Aitana. Sacó un cheque y lo colocó suavemente sobre el pulido escritorio. Era todo el efectivo de su cuenta, 200 millones de dólares.
Miguel miró el cheque y preguntó suavemente: —¿Qué es esto?
Aitana siguió comiendo con la cabeza baja: —Considéralo una pequeña ayuda de mi parte.
Miguel lo empujó de vuelta, su voz tornándose más grave: —Aitana, es mucho dinero, pero el problema que ha creado nuestro socio asciende a más de 2.000 millones. Ambas partes siguen negociando, y podría alargarse mucho tiempo.
Además, no podía aceptar el dinero de Aitana, y el motivo.
Era algo que ambos entendían sin palabras.
Este dinero representaba los años de juventud de Aitana, todo su esfuerzo y dedicación. Si Miguel tuviera algo de hombría, jamás tocaría ese dinero.
De hacerlo, ni él mismo podría respetarse