Al día siguiente, Damián acompañó a Aitana a su revisión prenatal. El feto estaba sano y era una niña.
Al recibir la noticia, Lina se alegró enormemente.
Corrió al estudio para contárselo a su marido.
Sin embargo, Fernando ya lo sabía y continuaba limpiando con calma sus preciadas antigüedades. Lina se enfadó:
— Solo te preocupas por estos trastos viejos, ¿ni siquiera te importan las noticias sobre el bebé?
Fernando giró la cabeza para mirar a su esposa y respondió pausadamente:
— Por muy viejos que sean, ¿acaso lo son más que tú?
Lina se sentó, dejando caer lágrimas silenciosas:
— Sé que he envejecido, que no soy tan joven y hermosa como tu secretaria. También sé que me consideras una tonta y que sigues culpándome por lo sucedido hace años.
— Pero Fernando, ¿acaso yo no sufro también?
— Damián es carne de mi carne, lo llevé nueve meses en mi vientre. Era tan apuesto, y ahora tiene el brazo así... ¿crees que no me duele? Por mucho que me reproches y me ignores, debería haber un límite.