Capítulo 277
Al menos Aitana seguía a su lado. En todos estos años, rara vez habían tenido momentos románticos.

Damián sintió un impulso inexplicable y tomó suavemente la mano de ella. Las palmas frescas de Aitana quedaron envueltas en el calor de las suyas. Ella no se apartó, continuó observando atentamente a los niños y murmuró:

— Damián, qué maravilloso sería pasar toda la vida viendo crecer a los niños, sin tener que madrugar, sin trabajo que nunca termina.

Damián la miró y asintió levemente antes de sonreír.

— Aitana, tú no sabrías quedarte quieta.

Aitana también sonrió.

Se acomodó el chal sobre los hombros, con una sonrisa serena y elegante:

— Damián, parece que me conoces un poco.

La mirada del hombre se hizo más profunda:

— ¿Solo un poco?

Por alguna razón, Aitana sintió cierta insinuación en sus palabras y prefirió no responder.

Permanecieron uno junto al otro, contemplando a sus hijos, rodeados por las chispas de los fuegos artificiales y las risas de los pequeños...

En la oscuridad, los o
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