Aitana presionaba contra la losa de piedra. A su alrededor, los sonidos se volvían cada vez más claros.
Parecía escuchar el sonido de las llamas lamiendo furiosamente todo a su alrededor, y también creyó oír la débil voz de su abuela, ¡como cuando la arrullaba para dormir en su infancia!
— Luz del día, luna brillante, la pequeña Aitana de la abuela está dormida.
— Luz del día, luna brillante...
...
Empujaba frenéticamente contra la losa, queriendo salir, pero la abuela presionaba firmemente, impidiendo que su pequeña Aitana saliera. El sótano era pequeño, pero podía darle a su Aitana una oportunidad de sobrevivir.
Las manos de Aitana sostenían la losa mientras gotas de sangre caían una tras otra.
Una gota, otra gota...
Sin darse cuenta, el rostro de Aitana estaba bañado en lágrimas.
En compañía de la oscuridad, como en aquellas tardes de verano con una brisa fresca y el canto de las cigarras, cantó suavemente:
— Luz del día, luna brillante, mi pequeña Aitana está dormida.
— Que los esp