El interior del automóvil era espacioso. Esteban, vestido con traje, se agachó frente a Aitana y después de un momento dijo suavemente:
— Quédate conmigo. Cuidaré de ti y del bebé, trabajaré duro, no tendrás que preocuparte por nada.
Aitana no respondió afirmativamente. Acarició suavemente la cabeza del joven impetuoso y dijo con ternura:
— Esteban, una persona con heridas en el corazón no puede dar felicidad a otros. Quiero verte feliz, a mis ojos...
— ¡Ya no soy un niño!
Esteban respondió bruscamente, luego tomó su mano y la colocó sobre sus abultados músculos pectorales, intentando guiarla hacia abajo.
Aitana se soltó y volvió a acariciar su cabeza sin decir nada.
El joven impetuoso se impacientó:
— Por ti, me he convertido en alguien como él, pero sigues sin quererme. Dime, ¿qué más puedo mejorar? Cambiaré, ¿de acuerdo?
Aitana negó con la cabeza. Mirando al leal joven, dijo suavemente:
— Esteban es Esteban, no otra persona. Más que una relación, necesito que me ayudes a mantener Ín