En el reservado, nadie hablaba. Aitana miraba al hombre que alguna vez amó profundamente, y le parecía irónico que en el corazón de Damián, ella ni siquiera tuviera un lugar donde poner pie.Mira, Mariana había regresado, y los ojos de Damián ya no podían contener a nadie más.
Los juramentos y palabras de amor que Damián había pronunciado, ahora parecían pálidos y ridículos.
Aitana realmente se compadecía de sí misma.
Su juventud pasada había sido un desperdicio y, incluso ahora, seguía doliendo.
¿Quién no sentiría dolor?
Durante cuatro años completos, los mejores años de una mujer y sus sentimientos más sinceros, ella se los había entregado a Damián sin reservas, pero él había arrojado su corazón sincero al barro una y otra vez.
Aitana sonrió con resignación.
Eligió irse y rendirse, sabía que ahora muchas personas la estaban mirando, algunos con compasión, otros como espectadores de un drama.
No le importaba en absoluto, solo quería irse de allí, escapar de esta escena de reencuentro e