Leonardo tomó las manos de su esposa y las colocó sobre su corazón, con una mirada llena de profundo cariño: —Ponlas aquí.
Después de tantos años juntos, existía entre ellos una complicidad especial.
Además, bajo la palma de su mano, el corazón latía con fuerza; su Leo seguía siendo un hombre en la plenitud de su vida.
Zarina se derritió en los brazos de su esposo, con el cabello negro cayendo desordenadamente, dejándose llevar a la suave y amplia cama. Habiendo cumplido un deseo largamente anhelado, la pasión de esa noche tenía un sabor mucho más intenso que en el pasado.
...
Los Delgado habían recuperado a su hija, y toda la ciudad celebraba.
Al día siguiente, Alejandro calculó cuidadosamente el momento y llegó a la mansión de los Delgado, los más ricos de Puerto Real, a las tres en punto.
Diez relucientes automóviles negros se alinearon e ingresaron en fila a la mansión Delgado, todo un espectáculo de grandeza.
Cuando los sirvientes fueron a anunciar su llegada, la anciana señora de