Samantha no podía dejar de pensar en las palabras que acababa de escuchar. La voz al otro lado del teléfono había sonado tan segura, tan decidida. "No confíes en nadie, ni siquiera en Alexander Vaughn". Las palabras giraban en su mente, una y otra vez, como un eco que no podía acallar. La imagen de Alexander, su presencia tan dominante y controladora, se superponía a la voz en la llamada. ¿Qué quería decir realmente? ¿De qué manera estaba ella en peligro?
La luz del sol se colaba a través de las cortinas de su apartamento, pero por dentro, Samantha se sentía atrapada en una oscuridad que no lograba comprender. La llamada había sido directa, cortante, pero también llena de amenazas implícitas. ¿Quién más sabía lo que ella había hecho? ¿Qué secretos tenía su tío, Javier, que ella no conocía? Las preguntas la asfixiaban, pero no podía encontrar las respuestas por sí misma.
Casi por instinto, su mano buscó su teléfono y comenzó a marcar el número de Javier. Necesitaba respuestas, y él era