La opresión que sentía Rafael castillo, era un peso cada vez más insoportable, como una losa que oprimía el pecho, la necesidad de confesarle todo A Valentina, de decirle las cosas que se le ocurrieron para cuidarla, ardía en su interior como un fuego inextinguible.
Aunque sabía que sus palabras podrían crear una brecha insalvable entre ella y Benjamín, pero la culpa y la angustia lo impulsaban a decir la verdad.
El monótono tic-tac del reloj parecía amplificarse en entre el auto, marcando el paso de los interminables segundos que separaban a Rafael de su destino, la presión en su pecho era cada vez más intensa como si el aire se hubiera vuelto escaso.
Estaba tan acostumbrado a ver la sonrisa de Valentina, pero sabía que en ese momento solo recibiría una mirada de reproche y muchas preguntas.
La verdad era una bomba de tiempo que estaba a punto de explotar y él no sabía si estaría preparado para las consecuencias.
En cuanto llegó a la capital no tardo en citar a Valentina. Un café