La noche llegó como si supiera que una tormenta se avecinaba.
El cielo, cargado de nubes pesadas, parecía observar desde arriba el desastre que estaba a punto de desatarse. El evento de compromiso de Andrei Volkner no era una simple fiesta: era una trampa, un escenario diseñado para destruir. Y todos, absolutamente todos, caminaban directo hacia ella.
Los jardines de la gran mansión estaban iluminados con cientos de luces blancas, música suave, mesas elegantes, trajes caros… Una belleza artificial que ocultaba una monstruosidad.
La prensa rodeaba la entrada; él solo se estaba asegurando de que toda la ciudad de LA supiera que la gran diseñadora Isabel Valente sería su esposa, y estaba seguro de que lo iba a lograr.
Los guardias controlaban cada paso, observaban a cada persona, no cualquiera podía entrar a su gran fiesta. Y en lo alto de la escalinata, Andrei Volkner esperaba, con traje negro, mirada fija sin despegarla de la puerta y una sonrisa de depredador.
Era más que un anfitrión