NARRADOR OMNISCIENTE
El auto de Jareth se detuvo frente al edificio. Él bajó primero, observando cada esquina, cada reflejo en los autos cercanos. La noticia de los gemelos lo había llenado de un extraño brillo en los ojos… pero también había multiplicado sus miedos.
—Despacio… —dijo mientras ayudaba a Isabel a bajar del auto, una mano firme en su espalda, la otra sujetando fuerte la suya.
Isabel sonreía aún con lágrimas de emoción secándose en sus mejillas.
—Jareth… estoy bien. No voy a romperme.
Él la miró como si cargara cristal en los brazos.
—No pienso correr riesgos con ustedes dos… —corregió, y luego rectificó— con ustedes tres.
Ella rodó los ojos, aunque su sonrisa seguía ahí por la inmensa dicha que sentía.
Pero antes de llegar al ascensor, un auto frenó frente a ellos con brusquedad.
Era Ricardo.
Y Celina salió primero, con esa sonrisa venenosa que Isabel recordaba demasiado bien.
—¡Isabel! —canturreó— ¡Qué sorpresa verte tan… radiante!
Jareth plantó su cuerpo delante de I