Horas después…
Eirin caminaba sola por una calle estrecha y discreta del centro, donde los edificios antiguos proyectaban la imponencia de la noche. El aire era denso, como si hasta la noche se resistiera a proseguir, arrastrando con ella secretos no confesados. Llevaba un abrigo largo color crema que contrastaba con el gris del entorno, gafas oscuras que ocultaban más que su identidad, y el cabello recogido en una trenza tirante, como si quisiera sujetar con ella el caos interno que la devoraba.
Se había separado de Ethan tras las imágenes que él le mostró que recibió en su móvil. Quiso estar sola por un breve instante pese a la decisión que tomaron. Salió del bufete diciéndole a Ethan que iría a su casa, pero justo estando al pie de su automóvil sintió la necesidad de caminar, que la brisa de la noche le ayudara a analizar de qué forma podría continuar. Él había querido acompañarla, insistido en no dejarla sola, pero Eirin fue tajante.
—Necesito ver algo por mi cuenta —había dicho.