Luego de haber descubierto la copia de su acta de matrimonio, Eirin salió del despacho de Ethan perturbada. No visiblemente, pues sonrió a su secretaria y luego de decirle que no había nada, que lo llamaría, caminó hacia su oficina hecha un volcán de ira en su interior. Se sentía traicionada.
«¿Qué hacía Ethan con su acta? ¿A qué estaba jugando?», se preguntó mientras avanzaba por los pasillos hacia su oficina hecha un torbellino de furia en su interior. Se sentía traicionada.
Permaneció sola en su oficina durante horas. La tarde llegó y no se había molestado en encender la luz, inconscientemente dejó que el atardecer filtrara su débil claridad a través de las persianas. Sentada en el sillón de cuero, con los brazos cruzados sobre el escritorio, no podía dejar de mirar en su mente esa hoja que había encontrado. El acta de matrimonio. Su nombre, el de Orestes y las firmas de ambos, y al lado de la hoja, esa nota de Ethan. Esa nota escrita a mano con una letra que conocía mejor que s