La noche era un susurro denso, cargado de secretos. El reloj marcaba las once y cuarenta y tres cuando Eirin cruzó la sala en penumbras con la maleta de mano, el ruido que als ruedas hacían era apenas audible sobre el mármol. Iba vestida con un suéter beige ajustado, jeans oscuros y botines bajos, el cabello recogido en un moño desordenado. Su rostro lucía pálido, pero determinado. En el bolsillo llevaba los billetes justos para pagarle al chofer del taxi que la esperaba afuera y su móvil que ardía con un último mensaje sin responder.
"Si decides venir, sabré protegerte".
El mensaje era de Ethan. Lo leyó y se quedó en blanco. No supo qué responderle. Prefirió dejarlo para luego. Tenía a donde irse, su departamento. No era que no tuviera donde estar en caso de dar el paso que en efecto estaba dando.
Las palabras escritas en ese mensaje retumbaban como un tambor antiguo en su pecho. El miedo le corría por la columna vertebral como hielo derretido. Había planeado su salida con meticulo