Ethan, por su parte, no había descansado desde la desaparición de Eirin. Su búsqueda se volvía más desesperada, sin pistas claras, sin certezas. Su corazón aún se aferraba a la idea de que Eirin podría estar viva, pero ¿cómo podía saberlo?
Y en las sombras, Eliseo seguía trazando sus propios planes, esperando el momento adecuado para hacer su jugada. Mientras tanto, Larissa, sin saber aún las consecuencias de sus actos, se mantenía cerca, observando. Pero incluso en su momento de éxito, se sentía vacía, al igual que Orestes.
El veneno que había administrado a Eirin a traición no solo la estaba debilitando físicamente. También estaba marcando el comienzo del fin de un ciclo en la vida de todos los involucrados. Orestes, Ethan, Larissa... y Eirin. Todos estaban atrapados en un juego peligroso, pero solo el tiempo diría quién sobreviviría al final.
Eirin seguía sumida en su inconsciencia, su cuerpo conectado a máquinas que monitoreaban su respiración y los latidos de su corazón, pero su