Cuando finalmente bajé, me quedé en las escaleras, tratando de contar las caras conocidas. Sí, reconocí a algunas de estas personas de esa maldita barbacoa de emparejamiento. Pero había una cara en particular que me miraba como si fuera una cucaracha en el suelo.
Jorge.
Se me había olvidado que mi padrastro trabajaba para Nicolás.
—Por aquí —gritó Nicolás, ya sentado con un plato de pastel en la mano.
Caminé hacia él, viendo el único espacio amplio disponible en el sofá, justo entre él y Jorge. Ni de coña. Tomé una decisión rápida y me dirigí al espacio más estrecho junto a un tipo que me resultaba vagamente familiar. Pero antes de poder deslizarme, Nicolás me rodeó la cintura con el brazo y me jaló hacia abajo, directo a su regazo.
Apenas recuperé el equilibrio cuando se dirigió a la multitud.
—Oigan, todos —dijo—, les presento a mi novia, Solana.
Me quedé helada.
Todas las cabezas se voltearon. Uno, con la boca llena de pastel, soltó...
—Tu novia está guapa, jefe, y juro que me parec