11. Buscando donante de sangre.
Sarada se encontraba de pie frente a la puerta de la casa donde había pasado su infancia, una casa que solo le traía recuerdos de dolor y carencias. Su corazón latía con fuerza, y sus manos temblaban ligeramente antes de alzarlas para tocar la puerta varias veces. Un suspiro pesado escapó de sus labios mientras su mente repasaba todas las veces que había deseado no volver nunca más a ese lugar.
—¿Quién busca? —resonó una voz pesada, arrastrando las palabras con pereza. Segundos después, la puerta se abrió, liberando un hedor rancio a alcohol y suciedad que la hizo arrugar la nariz con disgusto. Frente a ella apareció su padre, un hombre que ya no se asemejaba en nada al que recordaba de su niñez. Estaba desaliñado, con el cabello y la barba crecidos sin orden alguno, su piel amarillenta por el abuso del alcohol y su delgado cuerpo contrastando con una enorme panza abultada.
Cuando Sarada llegó a su apartamento, abrió la puerta y encontró a Gustavo en la cocina. Se veía gracioso con su