10. Dolorosa verdad.
El peso de aquellas palabras la aplastó. Sintió las piernas débiles y apenas pudo sostenerse. Su pequeño, sin entender nada, le dio un besito en la mejilla y la miró con curiosidad.
La mujer cerró los ojos, sintiendo que una parte de su alma se rompía. Ahora, su vida nunca volvería a ser la misma, mas ahora con esa enfermedad que jamas imagino que su pequeño niño tendría.
***
Sarada intentó mantener la compostura mientras conducía, pero por dentro su mundo se derrumbaba. Su hijo, su pequeño de apenas cuatro años, la miraba con inocencia desde el asiento trasero, completamente ajeno a la pesadilla que estaba a punto de enfrentar.
—¿Qué pasa, mami? ¿Todo bien? —preguntó el niño con curiosidad.
Sarada tragó saliva y esbozó una sonrisa forzada.
—Todo bien, hijo. No te preocupes —respondió con suavidad, aunque en su interior todo era una mentira. No estaba bien, estaba aterrada. Su corazón latía con desesperación y su mente se llenaba de preguntas sin respuesta. ¿Cómo era posible esto? ¿Có