CAPÍTULO 8. Evidencias anónimas.

Capítulo 8

Evidencias anónimas.

Isabela seguía en shock. Las palabras le habían caído como cuchillas en el pecho. Pero fue la reacción de Gabriel lo que la desestabilizó.

—¿Estás bien? —le preguntó él, girándose hacia ella.

No había dulzura. Pero sí una furia contenida en sus ojos. No por la humillación pública. Sino por la osadía de que alguien tocara lo suyo.

—Sí —respondió ella, aunque temblaba.

—No volverá a ocurrir —afirmó Gabriel con voz baja—. No dejaré que nadie te toque ni te ofenda.

Ella asintió. No agradeció. No preguntó. Pero algo en su interior crujió.

Más tarde, cuando ya estaban en la suite que compartirían esa noche, Gabriel se encerró en el baño a ducharse mientras que Isabela se sentó en la cama a quitarse los pendientes y el collar de perlas.

Encontró en una gaveta de la mesita de noche, un sobre cerrado.

Lo abrió.

Era una copia del contrato matrimonial. Lo que ya había firmado. Pero con un anexo que ella no había visto. O no le quisieron mostrar.

Cláusulas de conf
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