CAPÍTULO 59. Donde el deseo respira.

Capítulo 59

Donde el deseo respira.

El chalet se alzaba discreto entre las dunas: una construcción blanca de líneas puras y ventanales acristalados que se abrían al horizonte marino. La arena, fina y tersa, se extendía ante ellos como un lienzo inmaculado; el agua, turquesa y templada, vibraba con el rumor de las olas suaves. Apenas despuntaba el mediodía en aquella costa, y el sol tenía la bondad de un viejo amigo que prende sus rayos para curar las heridas de los otros.

Isabela descendió del jet privado descalza, con el vestido ligero ondeando a su espalda. Sus pies pisaron la arena tibia de la playa con un gesto casi ritual: cada grano de arena parecía susurrarle que todo podía dejar atrás su oscuro pasado.

Respiró hondo, llenando sus pulmones de brisa salada, y cerró los ojos para absorber la calidez en su rostro. En ese instante, su pecho se expandió sin la opresión habitual del miedo: sintió que cada latido pedía, desesperado, comenzar de nuevo.

Gabriel la observaba en silencio
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