CAPÍTULO 36. Dudas que calan hondo.

Capítulo 36

Dudas que calan hondo.

El alba apenas despuntaba cuando la puerta del penthouse sonó con un eco sobrio. Isabela abrió con desgana: esperaba al chófer de Gabriel para el traslado hacia el almuerzo de negocios, pero en lugar de eso encontró a Valeria, su media hermana, de pie en el pasillo.

Lucía impecable en un traje sastre marfil, el cabello recogido en una coleta baja que estilizaba sus rasgos aristocráticos. Sus ojos, sin embargo, eran gélidos.

—Buenos días —dijo Valeria, con una sonrisa apenas perceptible—. Sé que tienes un minuto para mí antes de que corras a la sala de juntas.

Isabela arqueó una ceja y cerró la puerta tras de sí.

—Tengo prisa —respondió—. Me están esperando abajo.

Valeria alzó la mano, deteniéndola con suavidad.

—Solo cinco minutos. Prometo que será revelador.

Valeria, con lentitud medida, se sentó en el sofá de terciopelo gris y alzó un sobre lacrado. Lo depositó sobre la mesa de cristal.

—Esto seguro te interesa —murmuró—. Son cartas que me envió
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