CAPÍTULO 33. El pasado siempre cobra su precio.
CAPÍTULO 33
El pasado siempre cobra su precio.
El pitido insistente del móvil interrumpió el silencio agradable de aquella tarde. Isabela alzó la vista del informe que revisaba en su despacho del Penthouse y respiró hondo antes de responder.
Sabía de antemano que esa llamada no era una cortesía: su padre, Adrián Martínez, nunca llamaba por gusto ni interés genuino. Con el corazón palpitándole en el pecho, deslizó el pulgar por la pantalla y contestó con voz firme:
—Dime.
—Ven a mi despacho a las doce en punto —la voz de Adrián sonó fría, casi mecánica, y colgó sin más explicaciones.
Isabela se apoyó contra el respaldo de la silla y cerró los ojos un instante. La tensión se instaló en su mandíbula. No estaba dispuesta a seguir retrocediendo, pero tampoco podía ignorar lo que su padre estaba por decirle. Apagó la pantalla y guardó el celular en el bolsillo del pantalón antes de ponerse de pie con decisión.
Cuando se hicieron las doce, ya iba rumbo al elevador privado de la imponente o