CAPÍTULO 32. Terapias peligrosas.
CAPÍTULO 32
Terapias peligrosas.
El brillo del mediodía se colaba a través de las ventanas acristaladas del gimnasio del penthouse, proyectando reflejos sobre el agua de la piscina. Isabela ajustó la bata blanca que llevaba sobre el traje de baño y se detuvo un instante para observarlo: Gabriel, sentado en su silla de ruedas a un costado, jugueteaba con la correa del chaleco de flotación que debía protegerlo de movimientos bruscos. Su mirada pícara encontró la de ella al levantar la barbilla, y una chispa de complicidad, mezclada con deseo, encendió el aire entre ambos.
—Prometiste encargarte de las terapias de ahora en adelante —recordó él con voz grave, acercándose un poco sobre las ruedas, como tanteando el terreno—. ¿Te das cuenta de lo que eso implica?
Isabela sonrió. Aquella invitación llena de doble sentido le produjo un cosquilleo en el cuerpo.
—Implica que evitarás más visitas indeseadas —contestó, cruzando los brazos con aparente firmeza—. Nadie conoce tu rutina mejor que yo