CAPÍTULO 239. La noche interminable.
Capítulo 239
La noche interminable.
El hospital clandestino estaba escondido detrás de un taller mecánico abandonado, a tan solo dos cuadras del viejo ferrocarril. Desde afuera parecía un edificio muerto, sin energía, sin vida, sin intención alguna de albergar almas humanas.
Pero en el interior, la iluminación tenue y el olor a desinfectante revelaban otra historia: una sala adaptada a toda prisa, camillas de metal, una máquina de oxígeno vieja pero funcional, y un equipo reducido de personal que trabajaba como quien sostiene un mundo al borde del derrumbe.
Gabriel llegó cargado por dos hombres mientras Diego sostenía la cabeza con ambas manos, como si temiera que se le deshiciera entre los dedos. Su respiración era corta y agitada, su piel fría, las uñas manchadas de sangre seca y tierra. La manta térmica que lo cubría apenas lograba contener el temblor que recorría su cuerpo como si su alma quisiera huir.
Isabela caminó pegada a ellos, la mirada encendida de terror y furia. El cor