Capítulo 240

Pérdida de memoria.

El silencio en el cuarto de recuperación se sentía tenso y pesado. El médico había apagado algunas luces para evitar estimular demasiado al paciente, pero la penumbra solo hacía que el ambiente se sintiera más frío, más frágil, más a punto de quebrarse.

Gabriel estaba despierto. Pero no estaba ahí.

Isabela lo veía, parada a un metro de la cama, con el corazón en la garganta. Ese hombre tenía sus mismos ojos, sus labios, su respiración irregular. Pero no era él. O no el Gabriel que ella conocía, el que la miraba como si la vida entera cupiera en un segundo. Ahora esos ojos eran vacíos. Como si hubieran sido borrados por dentro.

Él parpadeó varias veces, lento, desorientado. Levantó una mano temblorosa hacia su frente, como si tocara un terreno desconocido.

—¿Dónde… estoy? —murmuró. Su voz era un susurro áspero, monótono, sin ninguna carga emocional.

Isabela tragó tan fuerte que sintió cómo se desgarraba algo en su interior.

—Estás a salvo —respondió ell