Raffael entró en pánico al no recibir respuesta de Lyra. El hombre decidió revisar la habitación de la joven.
Para su alivio, ella ya estaba dormida.
—Casi muero pensando que no estaba —exhaló Raffael con alivio.
Se acercó a Lyra, que dormía profundamente, y se sentó al borde de la cama, contemplando su hermoso rostro.
—Pobrecita, Lyra. Seguro me esperaste hasta quedarte dormida —susurró con ternura mientras acariciaba su cabello.
De pronto, el estómago de Lyra emitió un suave gruñido.
—Vaya, incluso con hambre puedes dormir tan tranquila. No pensaba despertarte, pero tu pobre estómago no deja de sonar —murmuró Raffael con una sonrisa.
Le dio unas palmaditas suaves en la mejilla para despertarla. Pero antes de que su mano la tocara, Lyra comenzó a agitarse. Su respiración se volvió entrecortada y su rostro se tornó pálido, lleno de miedo.
—¡No! —gritó de repente, sobresaltando a Raffael.
—¡Lyra, tranquila! ¿Tuviste una pesadilla? —preguntó mientras tomaba su mano y le secaba el sudor