—¡Estoy seguro de que papá aún oculta muchas cosas sobre Lyra y Elia!

Raffael aún no había regresado a su apartamento. Seguía en la mansión de la familia Marino, recogiendo algunos objetos de valor.

Sin embargo, de pronto, una punzada de curiosidad lo llevó a pensar en la habitación secreta ubicada en el jardín trasero de su despacho —el lugar que Lyra había descubierto por primera vez.

Con pasos cautelosos, Raffael cruzó el jardín silencioso. El aire nocturno traía consigo un tenue aroma floral. Apartó unos arbustos y tiró de una palanca oculta entre ellos.

Al abrirse la puerta secreta, un pasadizo angosto y tenuemente iluminado lo recibió. El ambiente era frío y húmedo, lo que le erizó la piel.

Avanzó lentamente por el pasillo hasta llegar a una puerta de hierro al final. Raffael buscaba algo —cualquier pista que pudiera ayudarle a entender el gran secreto de su familia.

Apenas entreabrió la puerta, sus oídos captaron una melodía de música clásica. Eran notas suaves de su composició