—Tranquila, estoy bien. ¡Ahora somos libres, tenemos que salir de aquí cuanto antes! —dijo Raffael, esforzándose por mantenerse firme a pesar del dolor en su cuerpo.
Con la ayuda de Lyra, Raffael se puso de pie y caminó hacia su coche.
Por suerte, el vehículo no estaba cerrado con llave.
Sin embargo, Raffael se sentía confundido al mirar a su alrededor. El lugar donde los habían encerrado estaba rodeado por árboles frondosos.
—¿Cómo trajeron el coche hasta aquí? —se preguntó Raffael, desconcertado.
—Señor, disculpe... ¿hay ropa limpia en su coche? No me siento cómoda con esta ropa —preguntó Lyra.
En ese momento, Lyra llevaba puesto un camisón de Elia, hecho de satén y con un solo tirante en el hombro.
—Un momento —dijo Raffael, mientras abría el maletero del coche, donde guardaba una bolsa con sus pertenencias personales.
Sacó una camiseta y un pantalón corto.
—Ponte esto. Tal vez te quede un poco grande, pero seguro estarás más cómoda. Cámbiate dentro del coche para estar segura. Yo