—Señor Raffael, ¿dónde estamos? —preguntó Lyra, que acababa de recobrar el conocimiento tras haber estado inconsciente toda la noche por efecto de la droga que le dio Elia.
—¡Tampoco lo sé, Lyra! ¡No recuerdo nada! Cuando desperté ya estábamos aquí dentro, ¡con las manos atadas! ¿Estás bien, Lyra?
Raffael y Lyra se encontraban de repente en una habitación con muy poca luz, tanto que ni siquiera podían distinguir dónde estaba la puerta de salida.
—¡Solo tengo sed! Me arde la garganta... ¿cuánto tiempo he estado dormida, señor? —preguntó Lyra con voz débil.
—No lo sé. Lo último que recuerdo es que eran las dos de la madrugada, estábamos en la villa y tú estabas con Elia. No sé qué hora es ahora, creo que mi teléfono está en el coche. ¡Estoy seguro de que todo esto es obra de Elia!
—¿Quieres decir que anoche mamá quería verme? —Lyra no entendía lo que Raffael quería decir.
—Sí. Cuando te vio desmayada bajo la lluvia, Elia salió y nos llevó dentro de la villa. Pero hay algo que te va a de