Los sirvientes que acababan de llegar se acercaron a la habitación del señor con expresión de asombro. Sin embargo, no fue el romance entre Alice y Dante lo que los dejó boquiabiertos.
Fue que, por fin, Raffael los había sorprendido teniendo una cita en la habitación de Antonio e Isabella.
Desde hacía tiempo, los sirvientes de la casa ya sabían del amorío clandestino entre los dos. Pero ninguno se atrevía a denunciarlo, pues las reglas de trabajo en esa casa exigían cerrar los ojos y los oídos ante cualquier problema que ocurriera dentro de sus muros.
En resumen, todo lo que vieran o escucharan, debían considerarlo como si fuera el viento que pasa.
—¡¡¡Vengan acá, malditos bastardos!!! ¿Desde cuándo están haciendo esto? ¡¡Voy a denunciarlos a Marco y a Francisca!!! —amenazó Raffael, mientras sujetaba a Dante con violencia.
—Hazlo si quieres —respondió Dante con frialdad—. ¿Crees que te van a creer? Recuerda que Marco ama profundamente a Alice. Ese hombre solo cree en lo que dice su es