Ilayen no opuso resistencia ante lo ordenado por Zachay. En ese momento dependía de los demás para vivir. Y si quería lograr su venganza y volver solo le quedaba atenerse a las posibilidades que tenía delante… aun si estas eran excusas.
Tres días después ya estaba de camino a la manada de la Reina Galattea. Una loba capaz de imponerse por encima de los mismos alfas. Una loba con dos compañeros que besaban el camino por el que ella caminaba. Una loba que realmente daba miedo. La misma que lo había seleccionado para destronar a su padre.
¿Estaría decepcionada de su fallo? Lo más seguro. Era alguien que le gustaba que las cosas se hicieran a su forma. El entrenamiento iba a dolor.
Y no tardó mucho en saber la opinión de ella. Después de todo un día de recorrido habían ingresado a la manada de ella encontrándola en la entrada con el rostro mortalmente serio y los ojos brillantes. A su lado su comandante y uno de sus compañeros cuidaban su espalda.
-Espero que estés preparado-. Habían sido