El calor de tras de su espalda ya no estaba, pero a cama hundida cerca de su cadera y el olor de las feromonas de lobo le indicaban que no estaba sola. Y como estarlo si podía sentir aquello moverse dentro de ella.
-¿Ilayen que me estás haciendo mientras intento dormir?- gruñó ella con voz pastosa restregándose los ojos. Dio un bostezo e intentó moverse, pero la mano de él mantuvo su cadera en su lugar de lado.
-Nada, preciosa, solo estoy limpiando el desastre que hay aquí atrás- había un deje de burla en sus palabras que la hizo fruncir el ceño.
-Siento más que estás jugando con mi cuerpo.
-Es que es imposible no hacerlo. Eres hermosa y tentadora- el lobo se inclinó y besó el borde de su cadera- podría estar besándote y tocándote todo el día.
Asya se rio.
-Pareces un lobo puberto con lo que dices- se acomodó más en la almohada. A quien mentía, ella se sentía realmente bien. Era la primera vez que podía despertar con esta sensación de ligereza, aunque su vientre se sentía pesado.
Ilay