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Asya estaba allí, en un lugar completamente desconocido para ella. Sentada sobre una superficie suave que por la textura debajo de sus dedos supo que eran sábanas, así que aquello era una cama. Tras perder su visión los otros sentidos se le habían desarrollado realmente rápido.

La punta de sus dedos era más sensible pudiendo sentir con mayor claridad, su oído más fino pudiendo oír hasta los latidos del corazón o a una distancia más amplia que un lobo normal. Y hasta su olfato se había hecho más fino por lo que podía oler como el olor del lobo que estaba junto con ella en la habitación se hacía cada vez más intenso. Incluso podía sentir sus feromonas como su fueran miles de plumas rozando su piel.

Se estremeció y sus manos apretaron la tela sobre su regazo. Tragó en seco. Sentía la misma atmósfera que cuando el alfa estaba excitado, la misma presión que obligaba a su cuerpo a estimularse y humedecerse para él. Solo que esta vez la sensación era más cálida, más reconfortante.

No… le dab
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