Mundo ficciónIniciar sesiónLos días siguientes al anuncio del compromiso se transformaron en una cárcel de seda. Eleanor lo percibía en cada esquina: criados que fingían pulir la plata demasiado cerca, un lacayo nuevo apostado en la galería, incluso la mirada curiosa de la institutriz de sus hermanas menores. No eran solo hábitos de una casa noble; eran ojos, todos los ojos de Ashford, siguiendo cada uno de sus pasos.
Clara lo notó también. La doncella, siempre discreta, comenzó a hablar menos, como si incluso las paredes pudieran delatarla. Pero en la intimidad de la alcoba, mientras peinaba el cabello de Eleanor, susurró apenas:
—Milady, alguien… alguien me sigue incluso hasta la despensa. Siento una presencia. Hasta los cuchicheos más inocentes con las cocineras son observados, anotados. Es como







