Mundo ficciónIniciar sesiónClara bajó por la escalinata de servicio con la canasta de ropa sucia apoyada en la cadera. La tela húmeda pesaba, pero el verdadero peso que la hacía sudar era otro. Entre los pliegues de un delantal cuidadosamente doblado, descansaba la carta de Eleanor: un simple patrón de bordado para cualquier mirada descuidada… y, sin embargo, un secreto disfrazado de puntada.
Notaba los ojos sobre ella. El nuevo lacayo, ese tal Harrington de rostro afilado, parecía tener siempre una excusa para cruzarse en su camino. Hoy no fue la excepción: la interceptó en el zaguán, con una sonrisa demasiado cortés.
—¿Al mercado tan temprano, Clara? —preguntó, inclinando la cabeza.
—Las manchas no esperan, milord —replicó con un aire servil, evitando su mirada.






