Mundo ficciónIniciar sesiónEl Louvre dormía bajo un silencio espeso.
Los guardias del turno nocturno dormitaban junto a las antorchas apagadas, y solo el eco lejano del Sena interrumpía la quietud. En los sótanos, donde los pasillos se confundían con antiguos pasadizos de la fortaleza medieval, dos figuras caminaban despacio, sin luz.—No era necesario citarme aquí, milord —dijo la primera figura, una voz temblorosa que llevaba el acento de las callejuelas de París grabado en cada sílaba—. Este lugar… tiene demasiados oídos. Demasiados fantasmas.
—Precisamente por eso —respondió la otra, con ese tono inglés, pulcro y







