El aire en *El Jabalí Borracho* era espeso, cargado con el humo de pipas baratas y el olor agrio de cerveza derramada. En un rincón apartado, lejos de la luz titilante de la hoguera, el hombre conocido solo como Kael repasaba mentalmente la jornada. Era el espía contratado por Lord Ashford, y la campiña, con su silencio aparente, le resultaba más inquietante que los callejones más peligrosos de Londres. Allí, cada campesino tenía una mirada larga y perspicaz, y los árboles parecían ocultar más secretos que los muros de piedra de la ciudad.
Había seguido a la doncella, Clara, con la cautela de un zorro que olfatea una trampa. Una criada que salía de la mansión con un pretexto tan débil como "un recado para la mercería" y que, en cambio, se dirigía a la posada del *Cisne Blanco* con tanta prisa contenida, rara vez era inocente. La observó mientras entregaba una cesta de mimbre a un carretero de rostro curtid