Mundo ficciónIniciar sesiónEl puerto de Dover hervía de actividad al amanecer: marineros descargaban barriles, gaviotas graznaban sobre los mástiles, y el aire olía a sal, brea y despedida.
A esa hora temprana, nadie reparó en la joven envuelta en una capa oscura que caminaba junto a un hombre alto y decidido.Eleanor mantenía la cabeza gacha, pero sus ojos no podían apartarse del mar.
La vasta extensión de agua se abría ante ella como un espejo líquido que separaba dos mundos: la Inglaterra que la había moldeado… y la Francia que habría de probarla.El barco que Gabriel había dispuesto era pequeño, apenas un navío mercante con velas gastadas. Nada que atrajera la atención de las patrullas costeras.







