Capítulo 4
La respuesta era clara: no podía. No podía seguir fingiendo. No podía seguir luchando por un compañero que ya no era mío.

Beatriz estaba allí, con sus ojos de cervatilla y cara de víctima. Aparté la mirada de ella y fijé los ojos en el hombre que una vez llamé mío. Tomás. Mi compañero. Mi esposo. Mi desilusión.

—Entonces —dije, con la voz firme aunque mis garras amenazaban con atravesar mi piel—, ¿ya tomaste la decisión? ¿Vas a divorciarte de mí?

Sus ojos no encontraron los míos. Miraba al suelo como si allí estuviera la verdad. Apoyé la palma de mi mano sobre mi abdomen, justo donde el más leve aleteo de vida había comenzado a latir.

—¿Y si te dijera que yo también estoy embarazada? —pregunté en voz baja—. ¿A qué cachorro vas a elegir ser padre: al de ella… o al mío?

Por un instante fugaz, sus ojos brillaron.

—¿Graciela… hablas en serio? ¿Vamos a tener un cachorro?

Asentí lentamente, sacando de mi bolso los resultados del laboratorio, arrugados pero aún con el olor a desinfectante pegado al papel. Habían sido semanas duras. Mi loba había sentido el cambio en mi cuerpo antes que yo, pero necesitaba pruebas.

Entonces la voz de Beatriz cortó el aire como un cuchillo.

—Alfa Tomás… lo prometiste —dijo, con la voz temblorosa—. Dijiste que serías el padre de mi cachorro.

Giró bruscamente y su codo chocó contra mi vientre, con fuerza. Un dolor agudo me atravesó.

Jadeé. Ella ni siquiera miró atrás.

¿Y Tomás?

Ni siquiera lo notó.

Ya estaba corriendo tras ella.

—No seas así —murmuró, atrapándole la muñeca—. Graciela lo entiende. Solo está poniéndome a prueba.

¿Poniéndolo a prueba?

Claro. Cómo no.

Me abracé el vientre, donde el dolor ardía y palpitaba. Mi loba gimió en lo más profundo de mi mente, tensa, lista para desgarrar algo.

Cuando por fin se volvió hacia mí, el hombre que solía adorarme me miró como si fuera una niña haciendo una rabieta en medio de una reunión de manada.

—Graciela, basta —dijo con la voz pesada—. Llevamos meses intentando tener un cachorro. ¿Y justo ahora, cuando Beatriz me necesita, sales con esto?

Mi loba gruñó con furia.

Él metió la mano en su abrigo y sacó un sobre nuevo.

—Ya te lo expliqué todo —dijo—. No importa lo que digas, este divorcio va a suceder.

Los papeles ya estaban preparados: firmados y sellados. Había traído todo con él. Como si supiera que yo aún intentaría luchar.

—Fírmalo —añadió, con tono seco—. No voy a cambiar de opinión. Y no querrás que esto se vuelva sucio con abogados, ¿verdad?

¿Abogados? ¿En serio? ¿Ahora me amenazaba con abogados?

El dolor en mi estómago se intensificó, como si el pequeño dentro de mí ya supiera que no era bienvenido. Como si se hiciera bolita, escondiéndose de todo este desastre.

Bien. Si así debía ser…

Tomé el bolígrafo y firmé. Rápido, decidida, sin lágrimas, sin suplicar.

Él dudó. Por un segundo, algo titiló en sus ojos… ¿arrepentimiento, tal vez?

—Me mudaré por ahora —dijo al fin—. Cuando el divorcio se finalice… regresa a la Manada Colmillo Dorado por un tiempo.

No respondí.

Se dio la vuelta y se fue, con el brazo rodeando a Beatriz, sin mirar atrás.

Esperé hasta que su aroma se desvaneció de la casa. Y entonces dejé que el dolor me golpeara de lleno.

Caí de rodillas, con un brazo sobre mi vientre y el otro apretando mi teléfono.

Mi voz temblaba mientras susurraba las palabras que ninguna futura madre debería decir jamás:

—911… Creo que estoy perdiendo a mi cachorro.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP